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Via de a Dos.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La economía solidaria, respuesta a los indignados
JOSÉ I. MORENO LEÓN |
La crisis financiera que mantiene en vilo a la economía griega y la estabilidad monetaria de la Unión Europea sigue siendo noticia en los medios de comunicación global. Especialmente por las continuas protestas, no sólo en Grecia sino en otros países de la región, cuyos pobladores sufren los embates de una situación derivada del mal manejo de esas economías y de la incapacidad de la dirigencia política para buscarle soluciones a ese caos que básicamente golpea a los ciudadanos menos favorecidos.
Pero la crisis no se circunscribe a las economías europeas, ya que en gran medida está vinculada al colapso inmobiliario que generó la caída de Wall Street, en 2008 y que, según Joseph Stiglitz, significó para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo; por lo que este hecho de impacto global, unido a la crisis anterior de los punto.com y a las debacles de grandes empresas iconos de la ciber economía, como Enron, en todas las cuales estuvo presente la manipulación anti-ética de los negocios, refleja el agotamiento del modelo neoliberal.
Por ello, la proliferación de manifestaciones de agrupaciones de la sociedad civil que empezaron cuando, con motivo de la conmemoración en Madrid de los 50 años del FMI, en octubre de 1995, se generó en esa ciudad una protesta contra las tendencias excluyentes de la globalización contemporánea y la incapacidad de los organismos multilaterales para corregir esas fallas. Fue así como se iniciaron los movimientos "antiglobalización". Luego ocurriría la masiva protesta de Seattle, en noviembre de 1999, en la que más de 50 mil manifestantes provocaron la suspensión de la tercera reunión mundial de la Organización Mundial de Comercio, con consignas de reclamos por los signos depredadores y las iniquidades derivadas de la forma como se ha estado promoviendo el comercio global.
Igual sucedió en Bangkok, en febrero de ese año, durante la Décima Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo; en Washington durante la Cumbre del Banco Mundial y el FMI, con la presencia de más de 30 mil personas; en Praga en 2000 que impidió otra cumbre similar; en Barcelona en 2001 que provocó la suspensión de la reunión anual del Banco Mundial; en Ginebra, a finales de julio de ese mismo año, cuando más de 150 mil manifestantes protestaron durante una reunión del G8 que terminó con más de 200 heridos, varios detenidos y un muerto.
El llamado movimiento de "los indignados" se inició el pasado 15 de mayo en Madrid, propagándose rápidamente a otras ciudades de España y Portugal, con reclamos por la incapacidad de la dirigencia política y empresarial para resolver problemas como el paro, el costo de la vida, la corrupción y la poca participación ciudadana en los procesos democráticos. Este movimiento se ha expandido a más de 80 países y cerca de 950 ciudades, incluyendo importantes centros financieros como Nueva York, Londres, Frankfurt, París, Berlín, Amsterdam, Roma, Zurick, Hong-Kong, Tokio y Sidney.
Es de observar que estas manifestaciones son promovidas por redes sociales, sin ningún liderazgo individual y al margen del activismo político. Se trata de un reclamo global frente al agotamiento de un modelo económico incapaz de solventar los graves problemas que aquejan a la sociedad planetaria, con más de 2.000 millones de seres humanos sobreviviendo con apenas 2US$ diarios, una profunda y creciente disparidad de ingreso entre ricos y pobres y entre países ricos y el resto. Un modelo que ha generado un frágil equilibrio ecológico degradando un importante porcentaje del ecosistema del planeta y que, por su visión economicista y promotor del consumismo en la que está ausente el componente ético, ha sido generador de hambre, pobreza, destrucción ambiental y persistente injusticia social.
Al movimiento de los indignados hay que agregar la llamada "Primavera Árabe", impulsada fundamentalmente por jóvenes en contra de las despóticas y corruptas dictaduras que en el Norte de África mantienen secuestrada la libertad y los derechos humanos; habiendo logrado estos movimientos el derrocamiento de esos regímenes en Egipto, Túnez y Libia; aunque quedan sobreviviendo a esa valiente resistencia civil regímenes como las sanguinarias autocracias de Siria e Irán.
Frente a estas realidades, no es posible permanecer indiferentes al reclamo global de los indignados y demás movimientos que han acrecentado sus protestas por las nocivas consecuencias sociales, políticas y ambientales del modelo capitalista neoliberal que hasta ahora ha servido de sustento a la globalización. Pero no se trata del fracaso del capitalismo, sino de su versión de fundamentalismo de mercado, ausente de la ética y de principios y valores que garanticen el progreso con sentido humano y solidario.
Por ello, se impone la necesidad de cambios para impulsar un nuevo paradigma de economía social y solidaria que incorpore nuevas prácticas económicas, políticas y sociales capaces de responder a las crecientes demandas de los pueblos que reclaman por justicia social, por la equidad, por el fin de los privilegios, por una genuina democracia participativa, por gestiones transparentes en la gestión pública y en los negocios y por empoderamiento de quienes menos tienen para abrirle las posibilidades de ser artífices de su propio desarrollo.
jmoreno@unimet.edu.ve Director General del Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri Celaup www.unimet.edu.ve>Celaup
Balance de la crisis global y su impacto en América Latina
RODRIGO CABEZAS |
A un poco más de tres años del epicentro de la crisis global capitalista se puede intentar hacer un balance de su origen, desenvolvimiento reciente y su impacto en América Latina. Una primera idea nos remite a confirmar que la crisis se originó en un crack de la acumulación de capital en el sector financiero estadounidense. La burbuja Hipotecaria que se "pincha" en 2007 era una derivación de una gigantesca y grotesca especulación de la llamada "industria financiera" que desde la década de los años ochenta del siglo pasado, y sin prácticamente ninguna regulación estatal, optó por la ganancia fácil y rápida que pronto quitaría espacio a la acumulación en el sector real de la economía.
De hecho el sistema financiero en Estados Unidos se multiplicó por 3,3 veces a lo que era luego de la segunda guerra mundial.
En el año 2007 las finanzas representaban el 30% de las ganancias de las corporaciones capitalistas, muy superior al 17% de la década de los ochenta. Todo ello reforzaba la tendencia en la estructura del PIB en EEUU a favor de los servicios generados, en detrimento de los bienes producidos; brecha que alcanzaba su máximo en 2007 al registrar un 70% para los primeros y, 30% para los bienes.
En el año 1988 el premio Nobel de Economía Maurice Allais advertía a tiempo que la economía estadounidense "parece haberse abandonado a una especie de delirio financiero especulativo, donde aparecen ganancias enormes sin fundamento real, cuyos efectos desmoralizadores realmente se subestiman" ("Capitalismo contra Capitalismo", Michel Albert, Pág. 69).
Se correspondía esa apreciación con el dominio en el campo de la política económica mundial del pensamiento neoliberal, cuya expresión principal la daba la corriente conservadora contra la intervención estatal en la voz y acción de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
El capitalismo financiero titularizó todo tipo de activos y flujo de caja sin regulación alguna, creando papeles, títulos complejos, diversos, no transparentes, con subyacentes extremadamente riesgosos que apostaban al oro, petróleo, otras materias primas y las deudas soberanas de países como Ecuador, Argentina, Brasil y México. Así fue como se atrevieron a titularizar las hipotecas de bajo y alto riesgo en productos o "derivados" financieros. Se estima que 15 millones de créditos hipotecarios los convirtieron en títulos. Al estallar la burbuja hipotecaria en 2008 la banca e instituciones de inversión norteamericana se encontraron que por lo menos 10 millones de esos créditos eran incobrables. A nivel planetario la burbuja se estimó en 8 billones de dólares.
En mayo de este año 2011 el señor Gary Gensler, Presidente de la Comisión que Regula las Transacciones a Futuro de los Commodities, (CFTC por su siglas en inglés) al comparecer ante una Comisión del Congreso de los EEUU, admitió que el total de los derivados financieros en el mundo desarrollado se acercaba a la astronómica cifra de 300 billones de dólares. ¿Quién podría tener una duda sobre la naturaleza especulativa que adquiere y profundiza el capitalismo mundial?
Una segunda aproximación se hace cada día más evidente: La crisis se mantiene, se enquista. Conocido es, que la crisis de la burbuja hipotecaria, impactando a la banca de inversión y de crédito, generó una drástica caída de la oferta de crédito que afectó el nivel de consumo de las familias y de la inversión en el sector industrial y agrícola.
La recesión se hizo presente más rápidamente de lo esperado. En 2011 el crecimiento global se mantiene débil, el desempleo continua alto, el crédito no se recupera, la crisis en Europa por la deuda de varios de sus países amenaza el euro y hace suponer una nueva recesión mundial en 2012. Es mal augurio que la política monetaria esta agotada, incapaz de estimular la economía real y el que acudan a la austeridad (política fiscal) agrava las expectativas ya que un gasto público en caída, en las actuales circunstancias de Europa, ayudará a una mayor desaceleración de la economía y elevación del desempleo.
Un tercer componente se refiere a lo humano. Las crisis del capitalismo son ruinosas para la sociedad en su conjunto, no sólo por lo que se deja de producir pudiendo producirlo, por el capital que se destruye; también por el devastador impacto social en la familia de los trabajadores y trabajadoras.
Cerca de 17,5 millones de trabajadores europeos y 14 millones de trabajadores estadounidenses en situación de desempleo abierto, son un drama social. Más de dos millones de familias que han perdido sus viviendas alientan una situación inédita en la primera potencia del planeta. Cerca de 50 millones de sus habitantes, 15% de su población, se les puede considerar en situación de pobreza.
En tal sentido no debe sorprendernos que las tensiones sociales se agraven en el mundo capitalista desarrollado. Seremos testigos del despertar del movimiento de los trabajadores europeos. La juventud con desempleo abierto afectándole en el orden del 40%, liderará las protestas, seguirán indignados. La segunda y esta tercera idea apuntan a que la turbulencia, incertidumbre y volatilidad dominarán en los próximos años.
Una cuarta y última reflexión ve el comportamiento o desenvolvimiento de la economía de América Latina depender de la magnitud de la desaceleración de EEUU y Europa y, del crecimiento de China. Si aquellas dos van a recesión, nuestras economías se verán comprometidas. En el caso Venezolano dependerá casi totalmente del comportamiento de los precios del petróleo. Es su cordón umbilical con el norte. Una nueva desaceleración de la economía mundial hace muy probable una baja del valor comercial del oro negro.
En ambos casos, la respuesta de mediano y largo plazo sigue siendo la integración económica, financiera y política del continente y, para Venezuela se hace imprescindible preservar la unidad de la Opep para dar una respuesta global a la defensa de precios justos para su principal riqueza, así como agendar un proceso de industrialización especializada para las exportaciones que mueva su actual deficitaria balanza comercial con América Latina hacia zona positiva.
 
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