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A pesar del cierre de la frontera: Firme y fuerte sigue el contrabando de gasolina de #Venezuela a #Colombia.

miércoles, 20 de enero de 2016





La gasolina siguió su curso ilegal

¿Que el contrabando de gasolina se acabó con el cierre de la frontera?, luego de una larga y sonora risa, José le responde a El Estímulo: “para nada, al contrario, el negocio se puso mejor, los precios por pimpina de gasolina se dispararon”.

José dice que vive de llevar gasolina a Cúcuta desde hace 10 años y eso le da para vivir.

¿Y cómo pasa la gasolina si la frontera permanece cerrada?

- “Por las trochas. El negocio es bueno y da para todos. Mire sobre una bicicleta se llevan al otro lado del río hasta 20 pimpinas de gasolina

¿Quiénes son todos los que ganan?

- “Los contrabandistas de gasolina y los que no lo son. El 30 de diciembre, para que una sola bicicleta con 20 pimpinas o más de gasolina pasara por una trocha, hubo que repartir 30.000 bolívares a quienes uno se conseguía en la vía”.

¿A quién le reparten ese dinero?

- “A los militares y a otras personas que uno se consigue por los caminos verdes”.

De manera precisa y calculada, el hombre relató cómo se maneja el contrabando de combustible en la zona fronteriza del municipio Bolívar y Norte de Santander en Colombia.

“Un litro de gasolina acá en Venezuela cuesta 0.97, llenar el tanque de un carro que tenga de capacidad 40 litros cuesta menos de 4 bolívares. El negocio es sencillo, llena el tanque y acá mismo compran la pimpina de 25 litros en 1.200 bolívares. Una vez que pase a territorio colombiano esa misma pimpina se vende entre 40.000 y 45.000 pesos que llevados a bolívares equivale a 10.000 y 12.000”.

A pesar que en Cúcuta una pimpina de 25 litros de combustible colombiano tiene un costo de 27.000 pesos, un valor menor que la venezolana, está última es más cotizada, según comentan por su calidad.

“La gasolina de contrabando ha subido mucho allá pero aun así la siguen comprando porque es mejor. Dura más, la colombiana parece que es pesada y no rinde”, detalló Javier.

Autoridades no desmienten la situación

A pesar de las múltiples denuncias hechas por los diputados de la oposición al Consejo Legislativo del Táchira (CLET) sobre la situación, ningún tipo de investigación ha progresado.

Sin embargo, los hechos no han sido desmentidos y frente a las declaraciones dadas por la diputada del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Nellyver, que si algún militar cobra para dejar pasar por la frontera es una individualidad y no responsabilidad de la Fuerza Armada.

“Son individualidades y políticas perversas de algunas personas que quieren seguir haciendo del contrabando su modo de vida”, dijo la legisladora, quien indicó que han recibido denuncias sobre algunos casos que se han registrados con organismos de seguridad, pero dijo que todo es parte de la “política perversa” que buscaría seguir haciendo del contrabando su modo de vida.

Con ello queda abierta la posibilidad de que las autoridades estén al tanto de los hechos que en la frontera diariamente acontecen ya que son públicos y notorios entre sus habitantes y quienes la visitan.

Acarreo de personas

No es la bolsa de valores, ni una casa de subastas, no se trata de un establecimiento comercial, tampoco es un mercado popular, pero en este lugar a pocos metros de la línea que separa a Venezuela y Colombia se ofertan múltiples servicios. La conocen como la “esquina caliente”, tal vez por las altas temperaturas que soportan quienes allí se encuentran apostados todo el día, todos los días, expuestos a un clima que bajo la sombra puede alcanzar los 38ºC.

Muchos aseguran que en realidad el nombre de “esquina caliente” se lo ganó este lugar de marras gracias al tipo de negociaciones que allí se concretan bajo la mirada cómplice de las autoridades civiles y militares.

La populosa calle está ubicada a poco metros del destacamento de fronteras 212 de la Guardia Nacional y de la aduana principal de San Antonio del Táchira, puerta de salida hacia el puente internacional Simón Bolívar, frontera con Colombia.

Entre vendedores de jugos de naranja, mesas de alquiler de celulares, heladeros, motorizados y taxista se mueven Diocelina y Jairo. No son amigos, ni socios, pero se conocen porque se dedican al mismo oficio: pasar por los caminos verdes o trochas a cualquiera que se aventure a cruzar la frontera entre San Antonio y Cúcuta de manera ilegal.

Son amables, discretos y entre los dos compiten por el precio “de la vuelta” o diligencia. Lo dicen con ese acento fronterizo que distingue a quienes habitan el lugar. Se vuelven tan insistentes que convencen con facilidad a quienes acuden a preguntar por sus servicios de “coyotes”, pasando gente de un lado a otro.

Marina venía de Caracas y llegó a San Antonio con la intención de pasar a Cúcuta a visitar a su mamá, quien vive allá y está enferma. Por la vía legal los guardias nacionales de turno le negaron el acceso al puente internacional.

“Me piden pasaporte sellado. Tengo el documento, pero cuando fui a sellarlo me exigieron en la oficina de Saime que les mostrara un pasaje. Si yo viajara al interior de Colombia está bien, pero voy solo a Cúcuta. Por la vía legal no me dan otra solución para poder ver a mi mamá”, dice María (nombre ficticio para protegerla de represalias).

En el momento en que Marina relataba su infortunado viaje a El Estímulo, y precisamente cuando se le preguntaba sobre qué otras opciones tenía para llegar a su destino final, apareció Diocelina ofreciendo soluciones extra.

“Le comentaba a la doñita que por el puente es imposible que pase hoy por que no está la “Catirita”. Cuando ella está sí se puede mandarla por el puente, porque ella es la que cuadra todo. Pero como hoy no vino, no hay paso por ahí”, explicó sin la mujer sin mayores rodeos.

La trocha es la solución

A lo largo de la avenida Venezuela, donde se ubica la famosa “esquina caliente”, pululan grupos de transeúntes empujado su equipaje, bien sea buscando salida o llegando a territorio nacional. Mientras, Diocelina continuaba convenciendo a Marina de tomar los caminos verdes para llegar a Colombia.

“Mamita la alternativa es irse por la trocha, eso está costando siete mil a pie y en moto taxi 10 mil bolívares, si lleva poco equipaje. Dígame si le sirve y así hago un solo viaje porque ya hay un señor que me está esperando por aquí para pasarlo”.

La angustiada mujer que aspira encontrarse con su mamá en Cúcuta no termina de convencerse del paso ilegal hacía Colombia: “prefiero regresarme a Caracas, no voy a correr ningún riesgo”.

La negociante de los caminos verdes trata nuevamente de persuadirla para que tome la opción que ella le ofrece.

“Mire, por ahí no le va a pasar nada. Yo no la voy a dejar botada, la acompaño hasta el otro lado, en 20 minutos más o menos salimos al templo histórico en Villa del Rosario. Yo también soy mujer y entiendo el riesgo y el miedo que usted tiene, pero confié en mi”, dice con elocuencia.

Sin embargo, Marina sostiene la negativa: “me devuelvo, yo pago, pero si me pasan por el puente como en septiembre que vine, por la trocha no me voy”.

El equipo de El Estímulo preguntó a Diocelina sobre los posibles riesgos de cruzar por los caminos verdes.

-¿Qué pasa si en el camino hay militares y los detienen por pasar de esa manera? ¿Eso no es ilegal, además de peligroso?

-“No mija, tranquila que cuando yo voy con la gente ya todo está cuadrado”.

-¿Cómo cuadrado?

-“Bueno, ya están arreglados los militares y los otros muchachos que están en la vía. Así que no hay problema”.

La ruta más corta

Jairo se conoce otra ruta, ofrece acompañamiento hasta la orilla del río Táchira, límite entre Venezuela y Colombia. “No se corre ningún riesgo andando conmigo”, también aseguró.

Explicó que el río se pasa a pie. “Tranquila que no ha llovido y solo tiene que saltar entre una piedra y otra porque no hay casi agua. Al otro lado hay motos, si usted no quiere caminar, paga 500 bolitos y la llevan hasta La Parada”.

La vía que ofrece Jairo es la más corta. Se llega en 10 minutos de caminata a La Parada, corregimiento colombiano, por eso la tarifa es más económica. “Cinco mil bolívares, siempre y cuando no lleve equipaje, porque el costo aumenta dependiendo de lo que se vaya a pasar al otro lado”, explicó.

En cuanto a la seguridad, el guía de las trochas, aseguró que no hay peligro alguno, “yo los bajo en la moto, sé por dónde me voy a meter. Los paso a uno por uno y me pagan cuando los deje a la orilla del río”.

De esta manera pasan a diario a territorio colombiano un número no precisado de personas que al encontrarse con la frontera cerrada optan por buscar vías alternas. Son caminos que aunque se encuentran custodiadas por las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) son de libre acceso para grupos que han convertido el paso de viajeros más que en una hazaña, en un oficio que genera buenas ganancias para todos los de la “cadena alimenticia”.
 
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